lunes, 17 de octubre de 2016

La dimensión en letras de la tierra: Charles Marie de La Condamine.


El navegante. Diseño de: Luisa Fernanda Castellanos.



Ninguna navegación ha sido fácil. 
Siempre, el mar y el río han sido un par de misteriosos universos sumergidos.
Mosaicos de mundos oscilando en el mismo planeta. 

En 1735, un grupo de jóvenes entusiastas, dinámicos y llenos de esperanza querían probar que con su inteligencia podrían desentrañar la medida de la tierra. Ellos deseaban confirmar la forma del planeta y medir un grado del meridiano terrestre. Esta odisea ocurrió en dos tramas expedicionarias: una rumbo al polo, mientras, un grupo de diez navegaron hacía el Ecuador. 


Cuando iniciaron el viaje en 1735 eran diez: Couplet murió de fiebre amarilla, Seniegues fue asesinado por un amante celoso, Morainville desapareció en la selva, Hugot cayó desde un andamio, Verguin se instaló en Tolosa y llevó una vida contemplativa, Godín des Odonnais murió como un anciano perdido en su desvarío, Jussieu llevó una vida de vegetal, sin memoria ni pensamiento. Godín murió de apoplejía sin haber publicado el resultado de sus investigaciones. Bourguer mantuvo una agría disputa con La Condamine, pero logró publicar sus obras. La Condamine cuido su gloria... (Trystam, 1999: 234).

Si bien las matemáticas serían las protagonistas, la curiosidad y la pasión serían traducidas en letras. Escribir envueltos en la intriga que conlleva un viaje desconocido, casi siempre sin retorno, es más que una vocación. Conservar la lucidez en medio de un sino trágico, incierto o exitoso es de aprendices avanzados. Charles Marie de La Condamine (1701 – 1774) logró sobrevivir al igual que sus escritos —diversos libros y poesías— cuando la ciencia no era ajena al lenguaje de las emociones. 

La escritora e investigadora Florence Trystam navegó entre los archivos de este viaje y lo describió en detalle en su novela Le procés des Étoile (1978). Ella descubrió elementos ricos y dignos para el desarrollo de una o varias novelas. Quizás, porque una navegación no es ajena al amor, la pasión y sus inciertos desenlaces. Los encuentros y desencuentros permiten revelar, en territorios desconocidos, la realidad de cada uno. Más aún, cuando se viaja con la expectativa de realizar un nuevo descubrimiento. 


Eso es un viaje: una aventura que puede llegar a romper las membranas endurecidas de nuestras células del temor. 
Si se pierde el miedo a dejarse tocar por el sentir personal y del otro, de repente, puede surgir un conjunto inesperado de palabras que habitaban dentro de sí. 

La Condamine fue un ser apasionado en su investigación y creación de sus escritos, tal vez, no tan profundo como otros expedicionarios. No obstante, Wolfgang von Hagen (1963) afirmó:


Nunca tuvo Sudamérica un defensor más ardiente que La Condamine... 
No existía ningún libro que él no conociera y leyera; 
no había ninguna revista que no incluyera algún escrito suyo.

Aquella expedición en el Ecuador duró cerca de diez años a lo largo de esos ríos y mares difíciles de desmembrar.  Los ríos sorprenderían a La Condamine y embarcarse en una canoa no solo sería una aventura emocionante y apasionante, sino, además, llena de despertares. 


Encontrarse con la naturaleza tan de frente, siempre, tuvo y tendrá sus riesgos.

La Condamine “gran conversador y hombre de mundo” logró que la misión geodésica estuviese ligada esencialmente a su nombre...


...Me propuse sacar utilidad del viaje trazando un mapa de este río y recogiendo toda clase de observaciones que tuviera ocasión de hacer en un país tan poco conocido. Las concernientes a las costumbres y usos singulares de los diversos pueblos que habitan en sus riberas, tal vez, excitarían más la curiosidad de algunos lectores; pero he creído que en presencia de un público familiarizado con el lenguaje de los físicos y los geómetras, apenas si me estaba permitido extenderme sobre materias extrañas al objeto de esta academia; sin embargo, para que se comprenda mejor, no puedo eludir el dar algunas nociones preliminares acerca del río, asunto de este trabajo y de sus primeros navegantes... (Extracto de “Viaje a la América meridional” escrito de Charles Marie de La Condamine y traducido por Federico Ruiz Morcuende en 1942).

Él, valientemente, escribió sobre otros navegantes y sus expediciones: Orellana (1539), Ursoa (1568), Texeira (1638) y Acuña (1640). No obstante, no le fue fácil relacionarse con los navegantes y seres que fue encontrando en América. Siempre, la naturaleza humana ha sido un misterio a lo largo de los tiempos. Los nativos medían la vida con otro tipo de segundero en el reloj de sus días. Su espacio y su comportamiento no conocían los límites de una cultura ajena a sus tierras. Eso, quizás, ninguno logró comprenderlo. 


Ser “salvaje” era y es ser auténtico, 
no existía ni existe una escala para medir ni clasificar lo que, bajo cada óptica, es bueno o no lo es.

Sentimos en Bios Escritores el acto escrito es un proceso, es similar a una travesía, no es un acto de fe, es un acto de amor y de coraje. Así, continuamos descalzas en una barca y vamos leyendo a grandes navegantes. Remamos despacio, sin afanes, para no perdernos los momentos. Seguimos guiadas por nuestro propio segundero...

¿Cuál será nuestro próximo destino?

¡Te esperamos!

Referencias
La Condamine, C. 1942. Viaje a la América meridional. Editora Espasa-Calpe. Traducido del francés por Federico Ruiz Morcuende.
Trystam, F. 1999. Diálogo con las estrellas. Relación de la prestigiosa expedición de tres científicos franceses a Sudamérica y de las aventuras que le siguieron (1735-1771). Edición en español: Libri Mundi. Traducido del francés por Darío Lara.
Wolfgang von Hagen, V. 1963. Grandes naturalistas en América. Sudamérica los llamaba. Biografías Gandesa. Traducido del inglés por Teododo Ortiz.


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