viernes, 5 de junio de 2020

La música, raíz curativa de lenguaje universal



El Gran Instrumento está incompleto.
La Gran Nota tiene un sonido inaudible.
LAO TSE, Tao Te Ching

Quizás la primera música que escuchamos se interpretó en el escenario del vientre materno y así ha sido a lo largo de la historia de la humanidad. Las parteras bien lo saben: la música alegra y favorece el crecimiento amoroso del embrión en el útero de la madre, y teje con afecto a la familia entera.

Algunos vestigios escritos, muestran cómo en el antiguo Egipto, 1500 años a. C., se consideraba que la música tenía un efecto favorable en la salud de las personas, contribuía a mejorar los estados de ánimo, purificar el alma y era indispensable en los rituales de fertilidad en la mujer (Hernández, 2018: 6).

Así, Platón, Aristóteles y Pitágoras navegaron en letras, notas y escritos donde la música fue la batuta íntimamente unida al cuerpo, y al espíritu, como medicina sagrada.

Pitágoras es considerado el padre de la musicoterapia y la utilizó para tratar enfermedades mentales. Platón habló de los efectos de la música para crear distintos estados morales en los pacientes. Aristóteles, por su parte, creía que la música servía para ayudar en la educación, ya que influía en el carácter de la persona (Yáñez-Amorós 2011:58)

Y si los sonidos, los silencios, las palabras curan, ¿cuáles son los sonidos, los silencios o las palabras que emitimos? Tarde o temprano todos partiremos para proseguir cada camino evolutivo. Intentemos dejar lo mejor de nosotros mismos, alegrar musicalmente, ser coadyuvantes en la sanación y no en la enfermedad.

Dentro de las terapias complementarias, la utilización de la musicoterapia aporta bene­ficios en el binomio salud-enfermedad, siendo ésta un “instrumento de cuidados” barato y carente de efectos secundarios (Yáñez-Amorós 2011: 57).

Aunque se puede hablar de cinco tipos de musicoterapia (pasiva, activa, mixta, receptiva, creativa), las cuales traen beneficios fisiológicos, sociales, psicológicos e intelectuales, es en la creativa donde el individuo es el compositor de sus propios sonidos, ritmos, intensidades, tonos con o sin instrumentos, con o sin su cuerpo. De este modo, es capaz de expresar lo que siente, puede incluso ir más allá y aprender a descubrirse y reconocerse en cada momento.

Si bien las composiciones de Bach, Beethoven, Mozart, Chopin, entre tantos otros genios del género clásico, son terapias musicales extraordinarias, cada uno de nosotros ya es un conjunto de música e instrumentos. Todos podemos “musicar” establecer esa relación como un acto de trascendencia como lo diría Samper (2017) inspirado en las palabras de Cristopher Small.

Sin lugar a dudas, para muchos, acudir en los momentos más difíciles a los sonidos de Mozart es un acto liberador, curativo y sanador, tanto como inundarse o nutrirse de los sonidos contemplativos en medio de la naturaleza. A diario, optamos por alimentarnos de todo lo que ingresa a nuestro cuerpo. Nuestra voz, el tono, las melodías que emitimos se convierten en nuestro aporte al colectivo, donde quizás nuestros sonidos puedan ser capaces de curar de manera tan sencilla a alguien, incluso a nosotros mismos. 

Encontrar la propia voz es seguir caminos ancestrales desde todas las tradiciones, pero, ¿cómo encontrarla en medio de tanto ruido? Tal vez la respuesta está en el silencio. Al apagar todas las fuentes que turban y enferman nos queda solo seguir el camino de los místicos, ir al salvaje rincón de los latidos donde la respiración se hace evidente, meditativa y, poco a poco, enseña a callar para escuchar mejor.  

… Estamos envueltos en el sonido y vibración en todo momento de nuestra vida. Es el aliento primordial de la creación, la voz de los ángeles y átomos; es, en último término, la materia de la que están hechos la vida y los sueños, las almas y las estrellas… (Campbell, 1997:8).

¿Quieres componer tus letras, científicas o no, 
con música en palabras, 
en español, 
en inglés, 
o quizás en danés?
Cuenta con nosotras, 
comunícate de otros modos, 
estamos dispuestas a acompañarte.
Seguimos navegando,
seguimos en BiosEscritores
¡Hasta la próxima!


Literatura citada

Campbell, D. 1997. El efecto Mozart. Aprovechar el poder de la música para sanar el cuerpo, fortalecer la mente y liberar el espíritu creativo. Barcelona, España.

Hernández, O. 2018. Musicoterapia: Recuperación al son del compás. En “Siglo nuevo. Cada página un mundo”. Disponible en https://siglonuevo.mx/nota/756.musicoterapia-recuperacion-al-son-del-compas.

Samper, C. 2017. La pedagogía del musicar como ritual social: Celebrar, sanar, trascender. El Artista, núm. 14, 2017. Universidad de Guanajuato, México. Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=87451466008.

Yáñez-Amorós, B. 2011. Musicoterapia en el paciente oncológico. En “Cultura de los cuidados” 1er. Cuatrimestre 2011. Año XV - No. 29.