Apenas lo tocamos, nos acercamos a la ribera de su hélice. Dalí [(Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech (1904 – 1989)] es un universo que, hasta hace poco, en Bios Escritores comenzamos a navegar.
...La demostración de que el interés científico de Dalí excede lo anecdótico es que no solo incorporó iconográficamente estos elementos en su obra sino que conoció y mantuvo relación con numerosos científicos, organizando encuentros y manteniendo correspondencia con ellos, interesándose por sus descubrimientos a través de conversaciones con los mismos e, incluso, suscribiéndose a publicaciones científicas tales como Science et Vie, Science and Invention o The Scientific American... (López del Rincón, 2016:398).
La ciencia nos conduce al arte, o el arte a las ciencias, cuando descubrimos la elasticidad de nuestras propias estructuras. Así, un artista nos conduce a otro, un director en el mar de los conocimientos, sentires y emociones puede convertirse en una onda que se amplía en la superficie y, más aún, en la profundidad del ser.
Dalí es uno de ellos: una hélice impredecible como lo es el propio conocimiento que nunca cesa. Este último, a cada segundo, se divide y replica (en meiosis y mitosis) como las células mismas. Y es que a ciertos caminos se llega a través de otros ojos, casi como al mismo cielo.
Ver nuestro ADN es y pareciese inverosímil a simple vista. No obstante, somos la manifestación constante de el. Dalí es el testimonio vivo de la posibilidad de traspasar los aparentes límites de una molécula y traducirlos en arte a través de las obras. Su arte es una cadena que encierra, en cada rincón, un sinnúmero de enlaces. En solo una pintura, Galacidalacidesoxyribonucleicacid (1963), se reúne lo humano y lo divino, la ciencia y el arte, el amor y la guerra... Y mucho más en sus trazos visionarios de estructura compleja.
Galacidalacidesoxyribonucleicacid. 1963. Dalí Museum, St. Petersburg, Florida. Imagen tomada de: http://art-dali.com/1960_38.html |
Esta obra realizada 10 años después de ser anunciado el descubrimiento del ADN, por Watson & Crick (1953), no solo es un homenaje a dicho descubrimiento: es una mirada holística de adentro hacia a fuera y viceversa. En la obra de Dalí quedó retratada Gala (su gran amor) y como si fuese un eje, complementario y misterioso, fue Rosalind Franklin la mujer que retrató el ADN.
Fin de año de 1965. James D. Watson, uno de los descubridores de la estructura del ADN, pasea por las calles de Nueva York. Cuando pasa por delante del hotel St. Regis no puede resistir entrar. En el hall, escribe una nota: “La segunda persona más brillante del mundo quiere conocer a la más brillante”. Va dirigida a Salvador Dalí... (López Ferrado, 2006).
Así se encuentran, conducen y fusionan las cadenas de sus manos; estas se entrelazan en fervientes nucleótidos de un artista que supera lo humano y un premio nobel que lo quiere conocer.
Ese descubrimiento, como la misma molécula, nunca fue bidimensional; en el caso del ADN y el ARN, su revelación no solo fue el resultado de esas dos miradas masculinas a quienes su descubrimiento fue premiado y atribuido; sino, a esa femineidad en las ciencias que quedo, como su salud, grabada y marcada en la fotografía 51 (la prueba de la estructura de la doble hélice por Rosalind Franklin).
“La Fotografía 51”. Imagen tomada de: https://hipertextual.com/2014/11/rosalind-franklin |
...Llegar a navegar unos trazos en Dali es contagiarse de un virus maravilloso que abre el ADN. Este lo multiplica a la velocidad de su genialidad.
Así, hoy en Bios Escritores tocamos la ribera de esta hélice.
Profundo es el arte cuando es pura ciencia tangible y etérea,
profunda es el agua de la navegación escrita.
Referencia
López Ferrado, M. (2006). La obsesión de Salvador Dalí por la ciencia. História, Ciências, Saúde - Manguinhos. 125-131.
López del Rincón, D. (2016). La biología molecular en la trayectoria artística de Salvador Dalí. Archivo Español de Arte, LXXXIX. 356: 395-408.
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